Arte y prostitución (por Armando Silva)
Dos grafitis de mi propia colección los acabo de topar uno al lado del otro, mientras preparo una charla sobre ciudad y escritura: uno relaciona la prostituta con la democracia y el otro, no menos diciente, afirma: “el culo también tiene derecho a ser revolucionario”, originados en los 80, en los muros de la U. N. (disponible en YouTube), hoy resucitan para responder en forma instantánea en este momento nacional.
Una congresista pide acabar con la prostitución, castigando a sus clientes, y enfila sus baterías hacia lo que cree noble objetivo, proteger la mujer y el honor de la familia; pero anticipemos que será una pelea perdida. La prostitución cumple no solo una función sexual para satisfacer al macho bravo y patriarcal, sino que porta el germen de la transgresión del orden, en la parte más oculta y pecaminosa del pensamiento cristiano y occidental. La sexualidad no es solo sexo, es política, estrategia de libertad; de ahí que no escape a la filosofía, a la arquitectura ni al arte.
En la reciente exhibición del arte más reconocida por su actualidad, Documenta 14 (Kassel, Alemania), se invitó como curador de sus “espacios públicos” a Paul Preciado, transexual y feminista, de Burgos, entonces se llamaba Beatriz, integrante de nuevas generaciones de filósofos que imaginan una transformación de la sociedad cambiando valores: la filosofía como tal es una forma de vida. Le interesa dar visibilidad “a los insumisos tradicionales dejados al margen, trabajadores sexuales, migrantes, lesbianas, trans… la Queer nation…”: no se trata solo de pensar colonialismo de “países colonizados”, Latinoamérica colonizada por la conquista española, sino el colonialismo interno en Europa misma, pues es asunto de una mentalidad planetaria colonizada que ha de enfrentar nuevas maneras de fascismo en la dirección de Trump: sociedad blanca, heterosexual, de clase media y familia hetero que domina y limpia el pensamiento.
La sexualidad juega de nuevo un rol central ante las presiones por “plena normalidad”. El país vive un momento de conciliación: candidatos a la presidencia con Biblia en la mano lo enmarcan; escenario perfecto para acabar con las honorables putas que nos acompañan desde el inicio de la humanidad. ¿Dónde las escondemos, entonces, cuando llegue el Papa a visitarnos?
ARMANDO SILVA